Escuché decir a la escritora Leti Sala que durante el primer año de maternidad vives como dentro de un túnel. No puedes ver con claridad cómo estás, qué quieres ni quién eres.
Es verdad.
Mi hijo nació hace 5 meses y entré en “el túnel” en el momento en que nació (cómo lo hice es una historia para otro día). Desde entonces no he divisado la luz al otro lado, sólo a veces unos destellos.
Si me preguntas cómo estoy, más allá de responderte que estoy agotada y absolutamente enamorada de mi pequeñín, no sé qué más contestar.
¿Bien?
¿Mal?
¿Realizada?
¿Agitada?
¿Perdida? ¿Encontrada? ¿Contrariada?
Transformada. Eso sí.
Siento que he mutado a otra versión de mí, aunque aún no la conozco. Todavía no he pasado las horas suficientes frente al espejo ni me he visto inmersa en tantas situaciones donde tenga que reaccionar rápido como para conocer a fondo a mi nueva yo.
Como estoy atravesando el túnel no lo veo todo con nitidez infinita, pero puedo hablar con seguridad de dos aprendizajes que he adquirido durante este período: amar a otro ser más que a mí misma y dejar ir.
El primero es obvio.
El segundo, no tanto.
Dejar ir.
¿El qué?
Muchas cosas…
Empiezas dejando ir la idea que te habías hecho acerca de tener un bebé, de ser mamá o papá, esa que habrás empezado a crear desde niña mientras mecías dulcemente a tu muñeco, le dabas biberón y todo era rosa. No será así y mucho menos las primeras semanas.
Dejas ir la imagen de tu cuerpo antes de estar embarazada. No por el peso, que puede que lo pierdas más o menos rápido… Es que el resto del cuerpo no volverá por completo a la normalidad. Incluso el rostro que te devolverá la mirada frente al espejo será diferente.
Tu relación de pareja es otra de las ideas que debes dejar ir. Ya no será igual, ya no seréis dos, ya no tendréis tiempo ni energía el uno para el otro -salvo que hagáis un verdadero esfuerzo en sacarlo y a veces ni así... En cualquier caso, aunque pongáis todo de vuestra parte, la relación ya no será la misma y hay que dejarla ir.
Tus rutinas y costumbres de antes por supuesto, déjalas ir. Quizá algunas puedas volver a adaptarlas dentro de un tiempo, pero no mientras tu peque sea realmente peque. Básicos como hacer ejercicio una cantidad de tiempo, con una gran frecuencia… bye bye. Hobbies o placeres… despídete hasta cuando puedan volver a ser, al menos en la frecuencia o intensidad que los practicabas antes.
Incluso has de dejar ir la imagen que tienes de tu pequeño o pequeña a medida que crece, porque va cambiando muy rápido. La ropita con la que te habías encariñado durante los primeros meses de repente no le está y la tienes que dejar ir. Y así con el resto de ropa. El bebé va aprendiendo a hacer más cosas, y una vez lo hace, pasa de etapa. Deberás dejar ir el bebé que era antes de haberlas aprendido, porque eso ya no volverá. Luego dejará de ser un bebé para pasar a ser un niño. Después será un preadolescente, un adolecente, un adulto…
Así de por vida. Porque ya lo sabemos, con maternidad o sin ella, la vida es cambio. Si no dejas ir, no podrás estar ahí para tu pequeño, porque no aceptarás lo que es.
Seas o no seas mamá o papá, pasa con todas las cuestiones de la vida. Con nuestras propias etapas vitales. Hay que saber dejar ir el recuerdo o la expectativa para aceptar lo que hay, para estar presente y disfrutar el momento.
Porque sólo dejando ir consigues SER.
Y si esto lo he aprendido en unos meses con un bebé, imagina si tuviera 32.
¿¿32?? ¿¿Estás loca??
👶🏼 Es lo que ha vivido la protagonista de la historia de hoy, María Galán, la madrileña que ha rescatado un orfanato en Uganda con 32 niños ¡con tan sólo 26 años!
Todo lo empezaron hace más de 10 años su madre y una amiga suya -Montse y Maribel- fundando el orfanato. Cuando María tenía que hacer las prácticas de sus estudios (el grado de Economía y Negocios Internacionales en la Universidad de Alcalá) decidió hacerlas allí, así que viajó allí con la intención de quedarse 3 meses, con tan mala (o buena) suerte, que las terminó en pleno período de pandemia, con los aeropuertos cerrados. Debido a la situación alargó su estancia 3 meses más y en ese período, según cuenta, se terminó de enamorar por completo del lugar y sobre todo, de los niños.
María ahora vive en una casita dentro del recinto que tienen, junto a los niños. Sólo vuelve a España en Navidades y en algún momento puntual. No tiene una fecha de vuelta a pesar de que eche de menos socializar con amigos, o a su novio, que pasa con ella casi la mitad del año, pero el resto vuelve a España a trabajar.
La misión de María es ayudar a esos niños y ¡vaya que si lo ha hecho! Cuando llegó tenían tan sólo un orfanato y ahora, gracias a su gestión, a compartirlo a través de las Redes Sociales como sólo un #genZ sabe hacerlo, han conseguido la colaboración de personas y empresas para abrir un colegio para niños, un centro médico y una clínica dental entre otros establecimientos y servicios de primera necesidad.
Por supuesto para estar aquí, María ha debido soltar y dejar ir un grandísimo número de comodidades y amistades… entre otras cosas.
Dice que lo hace porque la vida allí responde a todos sus “por qués” y “para qués”.
Puedes seguir el perfil de @babiesuganda o el de @auntie_mariagalan en Instagram para más información y entrar en su web para saber más o incluso poner tu granito de arena.
Como ellas dicen, todo suma, todo cuenta.
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