✨ La amistad que iluminó dos mundos de fantasía
El Señor de los Anillos y Las Crónicas de Narnia
Para mí, una de las grandes maravillas que existen en el mundo es, a la vez, un enorme misterio: la amistad.
La de verdad.
La amistad verdadera 💘
Es maravillosa cuando la encuentras, pero un misterio saber qué es un verdadero amigo y qué no.
¿Serán menos amigos aquellos cuyas amistades son intensas sólo durante unos años? ¿Son más amigos los que se tratan de vez en cuando, pero por mucho más tiempo? ¿Por qué nos distanciamos sin haber habido aparentemente ningún problema? ¿Por qué con unos mantenemos relación, a pesar de tener pocos intereses en común? ¿Por qué con otros dejamos de hablar?
El concepto de amistad es algo sobre lo que reflexiono a menudo y por ahora, no he conseguido entender. Quizá tenga un leve nivel de autismo que me impida entenderlo o mi gran introversión sea un freno frente a este concepto.
Muchas noches me atormento a mí misma pensando en relaciones que he perdido a lo largo del tiempo, algunas cuya ruptura me ha dolido y otras que, simplemente, no entiendo qué ha sucedido.
Y me preocupa que amigas y amigos que hoy aprecio y valoro con todo mi corazón, algún día se alejen (o me aleje) y me pase con ellos lo mismo que me ha pasado con otros.
Por eso cuando encuentro historias como esta, mi alma respira (aunque verás que también tiene sus más y sus menos).
Y hoy, que además es el día del Señor de los Anillos, es la oportunidad ideal para contarte esta bonita historia.
Hoy es el día del Señor de los Anillos porque el 25 de marzo marca la fecha de destrucción del Anillo y el fin de la Tercera Edad (te lo dice mi corazón de Elfa ❤️🧝🏻♀️).
Una amistad que dio vida a mundos de fantasía
John llegaba tarde al claustro de profesores. No le gustaban los retrasos, pero el texto en el que estaba trabajando lo había transportado a mundos tan lejanos que no sabía cómo regresar.
En aquella sesión conoció a Lewis, filósofo, crítico literario y, según pudo comprobar conforme le escuchaba hablar, un pensador brillante.
Corría el año 1926, y durante el tiempo que llevaba allí, John Ronald Reuel Tolkien (Trollers, para los amigos) ya se había percatado de que Oxford aglutinaba a los mejores docentes en filosofía y literatura.
Los dos jóvenes profesores entablaron desde aquel día una amistad que fue reforzándose a través de grandes conversaciones mantenidas en latín.
Unidos por su amor a la literatura y la filosofía, aprendieron a utilizar la escritura como refugio frente a los oscuros recuerdos que guardaban ambos sobre la Primera Guerra Mundial.
Lewis, ateo profundo y Tolkien, cristiano ferviente, se admiraban y se respetaban profundamente.
Junto a otros docentes con los que compartían inquietudes similares, fundaron el club The Inklings, dando lugar a una pequeña sociedad de escritores que “tenían una corazonada” sobre el mundo y que trataban de reflejar en sus obras.
Se reunían en pubs como el The Eagle and Child o en las habitaciones del propio Lewis, para beber cerveza, leer sus textos en voz alta y criticarse unos a otros con dureza, firmeza y respeto.
Otros miembros del grupo fueron Charles Williams, poeta místico con ideas excéntricas; Owen Barfield, filósofo del lenguaje y amigo íntimo de Lewis; y Hugo Dyson, profesor de literatura que odiaba la fantasía y resoplaba cuando Tolkien leía.
Empezaban bebiendo cerveza y terminaban conversando acerca del Bien, el Mal, dragones y Dios (¿Quién no querría estar en un club así? 🧝🏻♀️).
Gracias a ese ambiente y alentado por sus compañeros, Tolkien dio a luz al universo del Señor de los Anillos; y C.S. Lewis, al de las Crónicas de Narnia, entre otros.
Como en toda buena amistad, no soportaban todo del otro, pero se animaban a seguir escribiendo y sacar sus obras adelante. Tolkien por ejemplo, no soportaba las Crónicas de su amigo, pues le parecía un batiburrillo de símbolos religiosos, infantiles y mal disimulados. Aun así, le animó a escribirla.
Su relación se mantuvo fuerte, tanto incluso como para conseguir que Lewis se convirtiera al cristianismo a raíz de las conversaciones que mantenían. Aunque no al catolicismo, como Tolkien sugería, sino al anglicanismo.
Lewis fue un gran apoyo para J.R.R. quién llegó a afirmar que «la deuda, imposible de pagar, que tengo con él no es la “influencia” tal como se suele comprender, sino el aliento. Fue durante largo tiempo mi único auditorio. Sólo de él recibí por fin la idea de que mis “cosas” podían ser algo más que un entretenimiento personal».
¿Recuerdas a Bárbol?, Tolkien afirmó haber basado su modo de hablar en la estruendosa voz de C. S. Lewis.
Cuando se publicó La Comunidad del Anillo, su amigo Lewis dejó la siguiente reseña que me parece una maravilla:
Este libro es un destello de luz en un cielo claro, tan diferente e imprevisible en nuestra época como Songs of Innoncence lo fue en la suya. No sería adecuado decir que con él hemos vuelto de pronto al romance heroico, magnífico, elocuente y descarado, en un momento casi patológico por su antirromanticismo. Para nosotros, que vivimos en una época extraña, esta vuelta atrás (y el puro alivio que procura) es sin duda lo más importante. Pero en la historia del romance mismo (una historia que se remonta a la Odisea y más allá) no constituye una vuelta atrás, sino un avance o una revolución: la conquista de un territorio nuevo.
Aunque en este sentido, Tolkien no respondía del mismo modo, ya que sobre las obras de Narnia comentó que “tan malas como era posible serlo” y no comprendía su éxito (llegaron a ser muy famosas, se representaban en teatros, radios…).
Aunque no le gustara la obra, daba un gran valor a la amistad de Lewis, sobre la que escribió: «[la amistad de Lewis] compensa muchas cosas; y aparte del placer y el bienestar constantes, me ha hecho un gran bien el entrar en contacto con un hombre a la vez honesto, valiente e intelectual, un erudito, poeta y filósofo, y finalmente, después de una larga peregrinación, un amante de Nuestro Señor».
Mantuvieron una amistad sólida durante muchos años, que se enfrió, entre otras cosas, porque Lewis contrajo matrimonio con la escritora estadounidense Joy Gresham, a quien Tolkien no veía con buenos ojos.
Lewis falleció con 64 años después de una insuficiencia renal. A su funeral acudieron los Inklings, a mostrar su pesar. Entre ellos, Tolkien sintió su pesar y escribió en cartas a sus hijos sobre su pérdida: «Mucha gente me considera aún uno de sus íntimos. Eso, ¡ay!, ya no es así desde hace unos diez años. Nos separamos primero por la súbita aparición de Charles Williams, y luego por su matrimonio. Del cual él nunca me habló… Pero teníamos una gran deuda mutua, y ese vínculo, con el profundo afecto que engendró, permanece. Era un gran hombre, del que los fríos obituarios oficiales solo rozan la superficie, a veces con injusticia».
No compartían ideas pero sí una visión de la vida: la fe en que la fantasía no es evasión, sino un espejo del alma ❤️
Una amistad que no solo cambió sus vidas. Cambió la historia de la literatura.
"Lo que une a las personas no es tener las mismas opiniones, sino espíritus afines"
Marcel Proust
Me gusto especialmente la primera parte de tu escrito. Comparto la misma opinión, amistades que se han perdido sin motivo alguno, y a la vez me da terror hacer nuevas amistades para que no se repita lo mismo, incluso amistades que se van forjando a más intento detenerlas.